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[Mega Thread] Origen de palabras y frases argentinas

Estimados rediturros, en base al post del usuario que hoy descubrió la etimología de Michi (gato), vengo a hacerles entrega del thread que se merecen aquellas personas curiosas.
Seguramente faltan varias palabras pero dejo las que fui recolectando. ----
A CADA CHANCHO LE TOCA SU SAN MARTÍN.
Alude al 11 de noviembre, día de San Martín de Tours, patrono de Buenos Aires, que se celebra comiendo lechón. Significa que a todos les llega en algún momento la compensación por sus buenos o malos actos.
A SEGURO SE LO LLEVARON PRESO.
Viene de Jaén, España, donde los delincuentes eran recluídos en el Castillo de Segura de la Sierra. Originalmente se decía `a (la prisión de) Segura se lo llevaron preso`, que advertía de no robar, para no terminar en Segura. Hoy significa que nadie está libre de alguna contingencia.
AL TUN TÚN.
Con la expresión `al tun tún`, los paremiólogos no se ponen de acuerdo: para unos deviene de `ad vultum tuum`, que en latín vulgar significa `al bulto`, y para otros, es una voz creada para sugerir una acción ejecutada de golpe. De cualquier forma, hoy `al tun tun` indica algo hecho sin análisis ni discriminación.
ANANÁ.
Es una fruta nativa de América del Sur, deliciosa, decorativa y habitualmente asociada con los climas tropicales. El vocablo ananá proviene de nana, que en guaraní significa perfumado. Y fueron los colonizadores portugueses quienes adaptaron esta voz original guaraní para acercarla al modo en que hoy la usamos en la Argentina. Otra de sus nominaciones, piña, se debe a Cristóbal Colón, quien al verla por primera vez (en 1493, en la isla de Guadalupe) pensó erróneamente que había encontrado un tipo de piñón de pino.
ATORRANTES.
Lo de `atorrantes` viene de principios del siglo pasado, cuando colocaron unos grandes caños de desagüe en la costanera, frente a la actual Casa de Gobierno, en lo que hoy es Puerto Madero. Éstos tenían la leyenda `A. Torrant et Cie.` (nombre del fabricante francés) bien grande a lo largo de cada segmento de caño, y estuvieron casi más de un año hasta que, por fin, los enterraron. Mientras tanto `se fueron a vivir a los caños` cuanto vago, linyera y sujetos de avería rondaban por la zona y así surgió este dicho. Cuando la gente se refería a las personas que vivían en esos caños, los llamaban "A-Torran-tes". Más adelante se llamó así a toda persona vaga o de mal comportamiento.
BACÁN.
Aunque casi ya no se emplea, podemos escuchar esta palabra en muchísimos tangos de comienzos del siglo XX. “Mina que de puro esquillo con otro bacán se fue”, dice la letra de Ivette, compuesta por Pascual Contursi. “Hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta”, reza Mano a mano, el clásico de Celedonio Flores. Del genovés baccan (jefe de familia o patrón), el término alude a una persona adinerada, elegante, amante del buen vivir y acompañó un fenómeno social: el surgimiento de la clase media y la figura del hombre capaz de darse ciertos lujos y exhibirlos.
BANCAR.
Con frases como “Yo te banco” o “No te banco más”, bancar es uno de los verbos que más usamos los argentinos para expresar si aguantamos, toleramos o apoyamos a algo o alguien. El origen del término es bastante discutido. Algunas opiniones señalan que alude al banco en el que nos sentamos, en el sentido de que este soporta nuestro cuerpo. Sin embargo, otros argumentan que se trata de una expresión popularizada gracias a los juegos de azar. Es que “bancame” era la súplica que hacían los apostadores a los responsables de la banca en los casinos.
BARDO.
Esta voz comenzó a utilizarse en la década del 80 y se propagó rápidamente, incluso con su verbo derivado: bardear. Se aplica para indicar la ocurrencia de problemas, líos, desorden o embrollos. Para algunos es una especie de “lunfardo del lunfardo” porque se trata de una simplificación del término balurdo, otra locución coloquial que tomamos del italiano (balordo: necio o tonto). Así que están avisados: la próxima vez que digan que algo “es un bardo”, sepan que del otro lado del océano pueden interpretar que se refieren simplemente a una tontería.
BERRETÍN.
Una obsesión, un capricho, una esperanza acariciada sin fundamento racional… eso es un berretín. De origen genovés, donde beretín alude a una especie de gorro o sombrero, la creatividad popular nombró así a los deseos intensos que llevamos en la cabeza. El tango supo recoger esta palabra. Por ejemplo, Niño bien arranca: “Niño bien, pretencioso y engrupido, que tenés el berretín de figurar”. Esta voz, hoy casi en desuso, también llegó al cine. En 1933 se rodó Los tres berretines, la segunda película argentina de cine sonoro que narraba tres pasiones porteñas: fútbol, tango y cine.
BOLÓ.
Sin lugar a dudas, boludo es una de las palabras que identifican a los argentinos y que más transformó su sentido a lo largo de las últimas décadas. De ser agresiva e insultante, se convirtió en una expresión inocente y típica empleada para llamar la atención del otro. En la provincia de Córdoba evolucionó de tal modo que terminó teniendo una sonoridad totalmente diferente: boló. Y la frase “¿Qué hacé’ boló?” podría ser perfectamente el saludo entre dos cordobeses que se tienen la más alta estima.
BOLUDO [Mención especial].
Convertida en un verdadero clásico argentino, boludo (y sus derivados, boludez, boludeo, boludear) fue mutando su significado a través del tiempo.
En el siglo XIX, los gauchos peleaban contra un ejército de lo que en aquella época era una nación desarrolla como la española.
Luchaban contra hombres disciplinados en las mejores academias militares provistos de armas de fuego, artillería, corazas, caballería y el mejor acero toledano, mientras que los criollos (montoneros), de calzoncillo cribado y botas de potro con los dedos al aire, sólo tenían para oponerles pelotas, piedras grandes con un surco por donde ataban un tiento, bolas (las boleadoras) y facones, que algunos amarraban a una caña tacuara y hacían una lanza precaria. Pocos tenían armas de fuego: algún trabuco naranjero o arma larga desactualizada.
Entonces, ¿cuál era la técnica para oponerse a semejante maquinaria bélica como la que traían los realistas? Los gauchos se formaban en tres filas: la primera era la de los "pelotudos", que portaban las pelotas de piedras grandes amarradas con un tiento. La segunda era la de los "lanceros", con facón y tacuara, y, la tercera, la integraban los "boludos" con sus boleadoras o bolas. Cuando los españoles cargaban con su caballería, los pelotudos, haciendo gala de una admirable valentía, los esperaban a pie firme y les pegaban a los caballos en el pecho. De esta forma, rodaban y desmontaban al jinete y provocaban la caída de los que venían atrás. Los lanceros aprovechaban esta circunstancia y pinchaban a los caídos.
En 1890, un diputado de la Nación aludió a lo que hoy llamaríamos "perejiles", diciendo que "no había que ser pelotudo", en referencia a que no había que ir al frente y hacerse matar. En la actualidad, resemantizada, funciona como muletilla e implica un tono amistoso, de confianza. El alcance del término es tan grande que, en el VI Congreso de la Lengua Española, realizado en 2013, el escritor argentino Juan Gelman la eligió como la palabra que mejor nos representa.
BONDI.
A fines del siglo XIX, los pasajes de tranvía en Brasil llevaban escrita la palabra bond (bono en inglés). Por eso, las clases populares comenzaron a referirse al tranvía como bonde (en portugués la “e” suena como nuestra “i”). A partir de entonces, el recorrido del vocablo fue directo: la trajeron los italianos que llegaban desde Brasil y, cuando el tranvía dejó de funcionar en Buenos Aires, se convirtió en sinónimo popular de colectivo.
CAMBALACHE.
Es el título del emblemático tango escrito por Enrique Santos Discépolo en 1935. Pero, ¿sabés qué significa exactamente esta palabra? Originalmente deriva del verbo cambiar y en nuestro país se utilizó para nombrar a las antiguas tiendas de compraventa de objetos usados. Este es el sentido que se le da en el tango cuando dice: “Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remache, vi llorar la Biblia junto al calefón”. Por eso, el significado se transformó en sinónimo de desorden o mezcla confusa de objetos.
CANA.
Existen diferentes versiones para explicar cómo surgió este vocablo que en lunfardo significa unívocamente policía. Una dice que proviene de la abreviatura de canario, que se empleaba en España para designar a los delatores. Aunque la historia más extendida lo ubica en el idioma francés, del término canne, y alude al bastón que portaban los agentes del orden. Como sea, cana pasó a nombrar a la policía y, más tarde, se empleó como sinónimo de cárcel (“ir en cana”). Hoy también se utiliza la expresión “mandar en cana” para decir, con picardía, que dejamos a alguien en evidencia.
CANCHA.
Apasionados por el deporte, los argentinos repetimos frases que ya forman parte de nuestra genética. “El domingo vamos a la cancha” es una de ellas. Como es sabido, cancha es el espacio que se destina a eventos deportivos y, en ocasiones, a algunos espectáculos artísticos. Pero lo que pocos conocen es que esta palabra proviene del quechua, lengua originaria en la que kancha significa lugar plano. La acepción que en la actualidad le damos a esta expresión llegó con la práctica de la lidia de toros y pronto se expandió a todos los deportes.
CANILLITA.
El origen de esta palabra es literalmente literario. La voz se toma de Canillita, una pieza teatral escrita por Florencio Sánchez en los primeros años del siglo XX. El protagonista es un muchacho de 15 años que trabaja en la calle vendiendo periódicos para mantener a su familia. Como sus piernas son muy flaquitas y lleva unos pantalones que le quedaron cortos por los que asoman sus canillas, lo llaman Canillita. Desde 1947, el 7 de noviembre se celebra el Día del Canillita en homenaje a la muerte del gran escritor uruguayo, autor de otra obra emblemática M’hijo el dotor.
CATRASCA.
Puede que, a menudo, muchos de los que utilizan esta palabra para referirse socarronamente a las personas torpes o propensas a los pequeños accidentes no tengan cabal idea de su significado literal. Sucede que esta expresión se establece como síntesis de la frase “Cagada tras cagada”. En la Argentina, se hizo popular en 1977 a partir de la película El gordo catástrofe, protagonizada por Jorge Porcel, quien personificaba un hombre que vivía de accidente en accidente y al que todos llamaban Catrasca.
CHABÓN.
Desde el tango El firulete, de Rodolfo Taboada, que dice “Vos dejá nomás que algún chabón chamuye al cuete y sacudile tu firulete…”, hasta After chabón, el último disco de la banda de rock Sumo, esta voz del lunfardo se instaló en la cultura argentina como sinónimo de muchacho, tipo o pibe. El término deriva de chavó (del idioma caló, usado por el pueblo gitano), que significa joven, muchachuelo. De allí provienen, también, algunas variantes como chavo y chaval, empleadas en diferentes países de habla hispana.
CHAMAMÉ.
La palabra chamamé proviene del guaraní chaá-maì-mé (“estoy bajo la lluvia” o “bajo la sombra estoy”). Según Antonio Sepp, musicólogo jesuita, los nativos se reunían bajo un enorme árbol y, en forma de ronda, hablaban y cantaban ordenadamente a lo largo de la noche; respetaban así la sabiduría de los años, sin negarles un lugar a los más jóvenes. Muchas veces terminaban danzando y desplazándose como en un rito de adoración o gratitud. Es en esos espacios de encuentro donde se cree que nació el chamamé, esa marca de identidad musical de la Mesopotamia.
CHAMIGO.
La oralidad reunió che y amigo en un solo término para dar origen a una tercera palabra: chamigo. En este caso, el vocablo che proviene del guaraní, y no del mapuche ni del valenciano, donde tiene otros significados. En guaraní, che es el pronombre posesivo mi, y por eso chamigo quiere decir mi amigo o amigo mío. Esta voz se emplea en Chaco, Corrientes, Misiones y Entre Ríos, provincias donde la cultura guaranítica tiene mayor peso. “El chamigo es algo más que lo común de un amigo, es esa mano que estrecha con impulso repentino”, canta el chamamecero Antonio Tarragó Ros.
CHANGO.
En el noroeste se usa la palabra chango, o su diminutivo changuito, como sinónimo de niño o muchacho. El término deriva de una voz quechua que significa pequeño. Una zamba dice “Cántale, chango, a mi tierra, con todita tu alma, con toda tu voz, con tu tonadita bien catamarqueña; cántale, changuito, lo mismo que yo”. Nieto, Farías Gómez y Spasiuk son solo tres de los Changos que ha dado el folklore argentino y que llevan este vocablo como apodo, indisolublemente unido a su apellido.
CHANTA.
Se trata de la abreviatura de la voz genovesa ciantapuffi, que significa planta clavos; es decir, persona que no paga sus deudas o que no hace bien su trabajo. Pero en nuestro país, cuando le decimos chanta a alguien, nos referimos a que no es confiable o creíble, que es irresponsable o no se compromete. Aunque también se asocia a la picardía si se emplea para nombrar a aquel que finge y presume cualidades positivas. En otras palabras, un chanta sería un charlatán, un chamuyero. En cambio, “tirarse a chanta” es abandonar las obligaciones o, como se dice en la actualidad, “hacer la plancha”.
CHAUCHA Y PALITO.
Se estima que esta frase nació en nuestro campo y se la usa para referirse a algo de poco beneficio económico o ínfimo valor. El palito alude al de la yerba que flota en el mate mal cebado: aquello que no sirve, que está pero molesta. En el caso de chaucha refuerza el sentido: para el gaucho, básicamente carnívoro, la chaucha era un vegetal sin importancia, barato, del que prefería prescindir. Además, en tiempos de la colonia, chaucha se denominaba una moneda de poco valor. Como decir “poco y nada”, pero referido unívocamente al valor monetario.
CHE.
Es una de las palabras que más nos identifica en el mundo. Casi como una seña personal. La usamos para llamar la atención del otro, para quejarnos o simplemente como interjección. La historia más difundida sostiene que es una voz mapuche que significa gente. Sin embargo, otra teoría señala que proviene de Valencia (España), donde le dan usos similares a los nuestros. Ernesto Guevara, ya que de Che hablamos, debe su apodo a la recurrencia con que empleaba la muletilla en su discurso coloquial.
CHORIPÁN.
A mediados del siglo XIX, los gauchos que habitaban las zonas rurales del Río de la Plata dieron origen a una de las minutas que más caracteriza los domingos de los argentinos: el choripán. El término, que es un acrónimo de chorizo y pan, nació en los tradicionales asados gauchescos cuando comer una achura entre dos trozos de pan empezó a ser costumbre. Hoy, a esta denominación que ya es un símbolo identitario de nuestro vocabulario, se le acoplaron dos sándwiches más: vaciopán y morcipán.
COLIFA.
Colifa es un término muy popular que empleamos para expresar, con cierta ternura, que alguien está loco, piantado o rayado. Aunque el sentido común nos lleva a pensar que proviene del término colifato, los estudiosos explican que coli deriva del vocablo italiano coló (que significa, justamente, chiflado). A su vez, colo es loco al vesre ()al revés en lunfardo). Entonces, colifato, y su apócope colifa, aparecen como transformaciones de ese término original que en el habla de la calle sumó sílabas con fines únicamente creativos.
CROTO.
La expresión `Croto` se remonta a la década del `20, cuando el entonces Ministro de Obras Públicas y Transporte, Crotto, implementó una especie de certificado de pobreza y cuyo portador podía viajar gratis en los tranvías y trenes. Hoy en día se denomina con este nombre a toda persona mal vestida que con su apariencia denota su estado de indigencia.
CUARTETO.
En cualquier lugar del mundo se denomina cuarteto a un conjunto de cuatro integrantes, pero para los argentinos se trata, además, de un género musical con influencias de la tarantela y el pasodoble. Este ritmo tropical, que comenzó a bailarse en las zonas rurales de la provincia de Córdoba durante la década del 40 y se popularizó en todo el país en los 90, es una creación cien por ciento argentina. Sus dos exponentes más emblemáticos, Carlos “La Mona” Jiménez y Rodrigo Bueno, convirtieron a este género en una alegre y festiva marca de identidad.
DEL AÑO DEL ÑAUPA.
Se trata de una expresión muy antigua y, decirlo así, puede parecer redundante. Porque ñaupa es una voz quechua que significa viejo o antiguo. En general, se emplea para aludir a un acontecimiento que data de tiempo atrás. La creencia popular considera que Ñaupa fue una persona que tuvo una existencia asombrosamente prolongada. Muy utilizado en la década del 30, suele asociarse al lunfardo, en especial cuando se dice que un tango es “del año del ñaupa”. Su equivalente en España es “del tiempo de Maricastaña”. La versión moderna sería "del año del orto"
DESPIPLUME.
Muchas veces, los medios de comunicación masiva logran instalar expresiones en el habla cotidiana gracias a memorables personajes de ficción y, también, a los guiones de algunas publicidades. Es el caso de despiplume, una voz que nació en la década del 70 en un spot de la famosa marca de coñac Tres plumas protagonizado por Susana Giménez. A través de un juego de palabras, la idea fue asociar el término despiole al producto. Sin dudas, lo lograron, pues si bien hoy la expresión casi no se usa, cualquiera sabe qué queremos decir cuando afirmamos que “esto es un despiplume”.
DULCE DE LECHE.
“Más argentino que el dulce de leche”, dice la expresión popular. Sin embargo, son varios los países que se atribuyen su creación. Nuestra versión cuenta que esta delicia nacional nace de una casualidad. En 1829, Juan Manuel de Rosas esperaba a Juan Lavalle, su enemigo político, en una estancia. La criada hervía leche con azúcar para cebar el mate y olvidó la preparación por largo tiempo en el fuego. Aún así, Rosas quiso probar la sustancia espesa y amarronada que se había formado en la olla. Para sorpresa de la criada, le encantó y decidió bautizarla dulce criollo.
EN PAMPA Y LA VÍA.
Quedarse sin un peso, agotar los recursos, tener que vender la casa… Cualquiera de estas circunstancias puede expresarse con el mismo dicho: “Me quedé en Pampa y la vía”. ¿Alguna vez escuchaste de dónde viene este dicho? Tiene una ubicación geográfica muy precisa porque la calle La Pampa se cruza con la vía del tren muy cerca del hipódromo de Buenos Aires. Cuenta la leyenda que los jugadores que apostaban a los caballos, cuando tenían un día de mala racha y lo perdían todo, se iban del barrio en un ómnibus que salía del cruce de Pampa y la vía.
FIACA.
La historia de esta palabra –que todos asociamos a la pereza y desgano– se origina en el habla de los almaceneros de barrio procedentes de Italia. En genovés, fiacún alude al cansancio provocado por la falta de alimentación adecuada. Y fueron estos comerciantes quienes diseminaron el término que, con el uso coloquial, se transformó en fiaca. Como habrá sido que se instaló, que una de las famosas Aguafuertes porteñas de Roberto Arlt se refiere al tema: “No hay porteño, desde la Boca a Núñez, y desde Núñez a Corrales, que no haya dicho alguna vez: ‘Hoy estoy con fiaca”.
GAMBETA.
Proviene de gamba, que en italiano significa pierna, y es un término que usamos en diferentes contextos. Por ejemplo, “hacer la gamba” es ayudar a otra persona. Claro que, si las cosas no salen bien, decimos que lo que hicimos fue “meter la gamba”. Puntualmente, gambeta refiere a un movimiento de danza que consiste en cruzar las piernas en el aire. Pero en el Río de la Plata funciona como metáfora de otro arte, el fútbol: porque en el campo de juego, gambeta es el movimiento que hace el jugador para evitar que el contrario le arrebate la pelota. Por eso, en el uso cotidiano, cuando sorteamos obstáculos decimos que gambeteamos.
GAUCHADA.
En nuestro lenguaje cotidiano, hacer una gauchada es ayudar a alguien sin esperar nada a cambio. La gauchada era una actitud típica de los gauchos, un gesto completo de solidaridad. Es que estos hombres cumplieron un rol clave en la guerra de la Independencia por su valentía, habilidad para cabalgar y gran conocimiento del territorio. Por el contrario, hacer una guachada es cometer una traición, aunque detrás de esta expresión haya un sentido más trágico que desleal. Y es que guacho refiere a la cría animal que perdió a su madre, y por extensión, a los niños huérfanos.
GIL.
A la hora de dirigirse a alguien en forma peyorativa, gil es una de las expresiones preferidas por los argentinos. Asociada a la ingenuidad o a la falta de experiencia, algunos sostienen que proviene de perejil, otra voz coloquial que en una de sus acepciones puede emplearse con un significado parecido, puesto que hasta hace unos años era una hortaliza tan barata que los verduleros directamente la regalaban. Sin embargo, gil proviene del caló, una antigua lengua gitana en la que gilí quiere decir inexperto.
GUACHO.
En el campo se denomina como guacho al ternero que queda huérfano.
GUARANGO.
Es lamentable, pero algunas palabras que usamos cotidianamente provienen de situaciones históricas de discriminación y exclusión. Es el caso de guarango, que si bien en la actualidad se emplea como sinónimo de grosero, maleducado o malhablado, fue instalada por los españoles de la conquista como referencia despectiva y racista hacia los nativos que hablaban en guaraní. Decirle guarango a la persona que emplea un vocabulario soez es ofensivo pero no por la adjetivación que pretende, sino porque su origen alude a una descalificación arbitraria.
GUASO.
La frecuencia con que se emplea el término guaso en Córdoba lo convierte en un cordobesismo. Pero ser guaso en esta provincia tiene por lo menos dos niveles. Cuando alude a un hombre: “El guaso estaba tomando algo en el bar”, la palabra solo sirve para definirlo como individuo masculino (en este caso, guaso funciona como sinónimo de tipo, chabón, etc.). Pero también se emplea para hacer referencia a alguien grosero o de poca educación: “No seai guaso vo’”. Y es tal la dinámica del vocablo que permite hiperbolizarlo, de manera que algo guaso pueda crecer hasta ser guasaso.
GUITA.
En lunfardo, el dinero tiene infinidad de sinónimos: mango, viyuya, morlaco, vento, mosca, tarasca. También existe un lenguaje propio para hablar de su valor: luca es mil, gamba es cien y palo es millón. Sin embargo, el origen del término guita es difícil de rastrear. Una de las versiones más difundidas sostiene que proviene del alemán, específicamente del germano antiguo, de la voz witta, usada para denominar algo fundamental sin lo cual no se puede vivir. A su vez, witta también proviene del latín vita que significa vida.
GURÍ.
¿Alguna vez te dijeron gurí o gurisa? Seguramente fue cuando todavía eras un chico. Porque el término proviene de la voz guaraní ngiri y significa muchacho, niño. Es una palabra que podemos escuchar en Corrientes, Misiones y Entre Ríos, y por supuesto también en la República Oriental del Uruguay. “¡Tu recuerdo ya no es una postal, Posadas! Ni tu yerbatal, ni tu tierra colorada. Con un sapukay siento que tu voz me llama porque tengo en mí, alma de gurí”, dice la letra del chamamé Alma de gurí.
HUMITA.
La humita es mucho más que un gusto de empanada. Pero son pocos los que saben que la palabra proviene de la voz quechua jumint’a, un alimento que preparaban los antiguos pueblos indígenas del continente (incas, mayas y aztecas). Hecho a base de choclo triturado, la preparación incorpora cebolla, tomate y ají molido, se sirve envuelto en las mismas hojas de la planta del maíz. Este delicioso y nutritivo plato es típico de Chile, Bolivia, Ecuador, Perú y el norte argentino.
IRSE AL HUMO.
“Se me vino al humo” es una imagen cotidiana en el habla de los argentinos. El dicho alude al modo en que los indígenas convocaban a los malones y figura en el Martín Fierro, de José Hernández: “Su señal es un humito que se eleva muy arriba / De todas partes se vienen / a engrosar la comitiva”. Pero también la registra Lucio V. Mansilla en Una excursión a los indios Ranqueles: “El fuego y el humo traicionan al hombre de las pampas”, escribe dando a entender que una fogata mal apagada o la pólvora que quemaban los fusiles bastaban para que lanzas y boleadoras acudiesen a la humareda.
LABURAR.
Laburar surge naturalmente del verbo lavorare (trabajar en italiano), que a su vez deriva de labor en latín, cuyo significado es fatiga, esfuerzo. La connotación negativa se encuentra también en los orígenes del término en español ya que trabajar proviene del vocablo latín tripalium, traducido como tres palos: un instrumento de castigo físico que se usaba contra los esclavos. De modo que si bien el laburo dignifica y es salud; el origen de su locución nos remonta a situaciones que poco tienen que ver con esos significados.
MATE.
La propuesta es natural en cualquier parte: “¿Y si nos tomamos unos mates?”. Esta infusión, la más amada por los argentinos, toma su nombre, como muchas otras palabras, de la lengua quechua. Porque mati es la voz que empleaban los pueblos originarios para referirse a cualquier utensilio para beber. Y es que mate tiene la particularidad de aludir al contenido, pero también al continente. Un término que para los rioplatenses significa mucho más que una bebida. Porque la mateada es un ritual, un espacio de encuentro y celebración.
MORFAR.
Proviene de la palabra italiana morfa que significa boca. Con el tiempo y el uso, la expresión adquirió nuevos sentidos: padecer, sobrellevar, sufrir: “Me morfé cuatro horas de cola”. En el ámbito del deporte, especialmente en el terreno futbolístico, suele emplearse el giro “morfarse la pelota”, algo así como jugar solo sin pasar el balón a los otros jugadores. Pero tan instalado estaba el término en la década del 30, que el historietista Guillermo Divito creó un personaje para la revista Rico Tipo que se llamaba Pochita Morfoni, una señora a la que le gustaba mucho comer.
MOSCATO.
Quizás los más jóvenes asocian el término a la famosa canción de Memphis La Blusera, Moscato, pizza y fainá. Sin embargo, el tradicional vino dulce, llamado así porque está hecho con uva moscatel, perdura más allá del blues local y sigue siendo un clásico de los bodegones y pizzerías de todo el país. El hábito llegó con los inmigrantes italianos a fines del siglo XIX, pero la costumbre de servirlo cuando se come una buena porción de muzzarella es propia de nuestro país y comenzó a establecerse allá por 1930.
NO QUIERE MÁS LOLA.
Lola era el nombre de una galleta sin aditivos que a principios del siglo XX integraba la dieta de hospital. Por eso, cuando alguien moría, se decía: `Este no quiere más Lola`. Y, desde entonces, se aplica a quien no quiere seguir intentando lo imposible.
ÑANDÚ.
De norte a sur y hasta la provincia de Río Negro, el ñandú es una de las aves que más se destaca en los paisajes de la Argentina. Este fabuloso animal de gran porte, que puede llegar a medir hasta 1,80 m de altura, toma su nombre de la lengua guaraní, en la que ñandú significa araña. La explicación alude a las semejanzas entre los elementos de la naturaleza. Los pueblos originarios veían un notorio parecido entre el plumaje del avestruz americano -y las figuras que se forman en él- y los arácnidos que habitan las regiones subtropicales.
NI EN PEDO.
Para ser tajantes, a veces decimos que no haremos algo "Ni en pedo", "Ni mamado", o “Ni ebrios ni dormidos”. Algunos sostienen que la expresión nació cuando Manuel Belgrano encontró a un centinela borracho y dormido. Enseguida, habría establecido una norma por la que “ningún vigía podía estar ebrio o dormido en su puesto”. Otra versión dice que, tras el triunfo en Suipacha, alguien alcoholizado propuso un brindis “por el primer Rey y Emperador de América, Don Cornelio Saavedra”. Mariano Moreno se enteró y lo desterró diciendo que nadie “ni ebrio ni dormido debe tener expresiones contra la libertad de su país”.
NO QUIERE MÁS LOLA.
Cuando no queremos más complicaciones, nos cansamos de participar en algo, o necesitamos cesar alguna actividad, decimos: “No quiero más lola”. En la Buenos Aires de 1930 se fabricaban las galletitas Lola. Elaboradas con ingredientes saludables, eran indicadas en las dietas de los hospitales. En ese contexto, cuando un enfermo podía empezar a ingerir otro tipo de alimentos, se decía que “No quería más lola”. Otro uso, más oscuro: cuando fallecía un paciente internado, obviamente, dejaba de comer. De ahí el dicho popular: “Este no quiere más lola”.
PANDITO.
Los mendocinos emplean muchos términos propios que pueden escucharse en su territorio y también, debido a la cercanía, en Chile (y viceversa). Una de las voces más representativas de este intercambio lingüístico es guón, apócope del huevón chileno. Existen algunas otras, pero menos conocidas. Por ejemplo, pandito. ¿Pero qué significa? Proviene de pando y quiere decir llano o poco profundo. “Me quedo en lo pandito de la pileta” o “Donde topa lo pandito”, que alude a donde termina el llano y comienza la montaña.
PAPUSA.
El lunfardo, la creatividad de la calle y el tango se ocupan de piropear y resaltar la belleza de la mujer. Quizá, una de las palabras que mejor lo hace sea papusa, empleada para referirse a una chica bonita, atractiva o espléndida. Este término, que también funciona como sinónimo de papirusa, se puede encontrar en clásicos del tango rioplatense como El ciruja, de Alfredo Marino, o ¡Che, papusa, oí!, de Enrique Cadícamo, que inmortalizó los versos “Che papusa, oí los acordes melodiosos que modula el bandoneón”.
PATOVICA.
Llamamos patovicas a quienes se ocupan de la seguridad de los locales bailables. Pero esta expresión nació lejos de las discotecas y cerca de los corrales avícolas. Allá por 1900, Víctor Casterán fundó en Ingeniero Maschwitz un criadero de patos y lo llamó Viccas, como las primeras letras de su nombre y su apellido. Alimentados con leche y cereales, los patos Viccas eran fornidos y sin grasa. La semejanza entre estos animales y los musculosos de los gimnasios surgió enseguida. Que los hercúleos custodios de los boliches terminaran cargando con ese mote, fue cuestión de sentarse a esperar.
PIBE.
Los rioplatenses suelen utilizar la expresión pibe como sinónimo de niño o joven. Existen diferentes versiones sobre su origen. La más difundida señala que proviene del italiano, algunos creen que del lombardo pivello (aprendiz, novato) y otros que se tomó del vocablo genovés pive (muchacho de los mandados). Pero la explicación española aporta el toque de humor. La palabra pibe, del catalán pevet (pebete), denominaba una suerte de sahumerio que gracias a la ironía popular y la subversión del sentido pasó a nombrar a los adolescentes, propensos a los olores fuertes.
PIPÍ CUCÚ.
Este argentinismo se usa para decir que algo es espléndido o sofisticado. La divertida leyenda cuenta que se popularizó en la década del 70 cuando Carlos Monzón llegó a París para pelear con el francés Jean-Claude Bouttier. Antes del combate, el argentino recibió la llave de la ciudad y, al tomar el micrófono para agradecer el honor, se dispuso a repetir el discurso que había ensayado largamente. La carcajada de la platea se desató cuando Monzón, en lugar de decir “merci beaucoup” (muchas gracias en francés) tal como lo había practicado, expresó algo nervioso: “pipí cucú”.
PIRARSE.
Pirarse es piantarse. Es decir, “irse, tomarse el buque”. Y literalmente así nace este verbo. El piróscafo era un barco a vapor que, en los primeros años del siglo XX, constituía la forma más rápida de viajar de un continente al otro. Por eso, la expresión “tomarse el piro” empezó a usarse para decir que alguien se marchaba de un lugar de manera apresurada. Sin embargo, el tiempo le otorgó otro significado: el que se iba, podía hacerlo alejándose de la realidad: “Está pirado”, “No le digas así que se pira”. Entonces, pirarse pasó a ser sinónimo de enloquecer.
PONCHO.
El poncho es una prenda sudamericana típica por definición que forma parte de la tradición criolla. Por simpleza, comodidad y capacidad de abrigo, es utilizado hasta el día de hoy en la Argentina, Chile, Ecuador y Bolivia. El origen de la palabra que lo denomina tiene muchísimas variantes, pero una de las más difundidas explica que proviene del quechua, punchu, con el mismo significado. Otra versión la relaciona con punchaw (día en quechua), como una analogía entre el amanecer de un nuevo día y la acción de emerger la cabeza a través del tajo del poncho.
PORORÓ.
Si algo destaca al maíz y a sus distintas preparaciones en todo el mundo, especialmente en Latinoamérica, es la gran cantidad de voces que lo nombran. Lo que en Buenos Aires se conoce como pochoclo y en otros países son rosetas de maíz; en Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Chaco, Formosa y Santa Fe se le llama pororó. Esta palabra encuentra su origen en el guaraní. Es que los nativos le decían pororó a todo aquello que generaba un sonido estruendoso y, como es sabido, la preparación de este alimento, provoca la idea de pequeñas explosiones.
TANGO.
El tango es uno de nuestros géneros musicales y de danza más tradicionales. Sin embargo, la etimología de su nombre es objeto de fuertes controversias. Hay quienes dicen que el término proviene de tangomao, un africanismo con el que se definía a los traficantes de esclavos en la época colonial. De este modo, en América se llamó tango a los sitios donde se reunían los africanos para bailar y cantar. Otra teoría señala que el mismo vocablo entró en la segunda mitad del siglo XIX, desde Cuba y Andalucía, para denominar un género musical que en el Río de la Plata adquirió su propia idiosincrasia.
TENER LA VACA ATADA.
“Vos tenés la vaca atada”, le decimos a quien disfruta de un garantizado bienestar económico. El dicho nace en el siglo XIX, cuando en la Argentina se impuso el modelo agroexportador y muchos estancieros se enriquecieron gracias a la vasta cantidad de hectáreas que podían explotar. En aquellos tiempos, era común que los nuevos ricos viajaran a Europa con sus familias. Era costumbre que también llevaran a su personal de servicio y una vaca para obtener la leche para sus hijos durante el viaje. El animal tenía que viajar sujeto en un rincón de la bodega del barco. Esa es la famosa vaca atada.
TILINGO.
Hay palabras que, como si se tratara de una moda, aparecen y desaparecen del uso cotidiano según el contexto histórico. Es el caso de tilingo, la expresión popularizada por Arturo Jauretche, quien la instaló en el habla de los argentinos como un adjetivo para calificar a las personas que se preocupan por cosas insignificantes y ambicionan pertenecer a una clase social más alta. Además, este pensador emblemático del siglo XX actualizó el empleo de cipayo e introdujo los términos vendepatria y medio pelo.
TIRAR MANTECA AL TECHO.
Seguramente más de una vez le habrás dicho a alguien: “Dejá de tirar manteca al techo”. El giro busca expresar la idea de un gasto ostentoso e innecesario y su origen se ubica en la Buenos Aires de 1920. Por entonces, los jóvenes adinerados se divertían en los restaurantes de moda arrojando rulitos de manteca con el tenedor. Le apuntaban al techo y el objetivo era competir para ver quién era capaz de dejar pegados más trozos al cielo raso, o cuál de todos se mantenía adherido por más tiempo. Una práctica absurda de la que, afortunadamente, solo nos queda la expresión cotidiana.
TODO BICHO QUE CAMINA VA A PARAR AL ASADOR.
Tomado del Martín Fierro, el libro de José Hernández icono de la literatura gauchesca, este refrán se basa en la idea de que cualquier animal se presta para ser asado y comido. Sabido es que en la Argentina amamos los asados y todo el ritual que los envuelve. Pero, además, con el tiempo el dicho “Todo bicho que camina va a parar al asador” evolucionó sumando otros significados. Durante las décadas del 40 y 50, la frase fue utilizada también para hacer alusión a las cosas o personas cuyas acciones tienen un final previsible.
TRUCHO.
Desde hace algunas décadas es un término de uso ineludible en nuestro lenguaje cotidiano. Para los argentinos, las cosas falsas, tramposas o de mala calidad son truchas. Y dentro de esa categoría entran también las personas fraudulentas. Deriva de la palabra truchimán, muy común en el español antiguo y que refiere a personas sin escrúpulos. El empleo de trucho se hizo popular en 1986 cuando, a raíz de la crisis ecológica causada por algunas empresas en el río Paraná, el periodista Lalo Mir comentó en su programa radial que los funcionarios debían dar la trucha (cara) porque si no eran unos truchos.
VAGO.
Córdoba tiene su propia tonada, su propia forma de hablar y, claro, su modo particular para usar las palabras. En cualquier otra región, el término vago hace referencia a alguien perezoso, a un holgazán que nunca tiene ganas de hacer nada. Pero en esta provincia, vago puede ser cualquiera. Es que la palabra se utiliza para dirigirse a otra persona en forma totalmente desenfadada. Así, una frase como “El vago ese quiere trabajar todo el día” no encierra ninguna contradicción si es pronunciada dentro de los límites del territorio cordobés.
VIVA LA PEPA.
Contra lo que pudiese creerse, `viva la Pepa` no es el grito de alegría de un buscador de oro, sino el que usaban los liberales españoles en adhesión a la Constitución de Cádiz, promulgada el 19 de marzo de 1812, en la festividad de San José Obrero. Como a los José se los apoda Pepe, en vez de decir `viva la Constitución` -lo que conllevaba llegar a ser reprimidos- los liberales gritaban `viva la Pepa`. Hoy, en Argentina, su significado se ha desvirtuado y se parece a `piedra libre`.
YETA.
Significa mala suerte y se cree que deriva de las palabras napolitanas jettatura (mal de ojos) y jettatore (hombre maléfico que con su presencia produce daño a los demás). En 1904 se estrenó la obra ¡Jettatore!, de Gregorio de Laferrere, sobre un hombre con un aura funesta, y, desde entonces, los supersticiosos mantienen viva la palabra yeta. Por ejemplo, se emplea la expresión “¡Qué yeta!” en lugar de “¡Qué mala suerte!” ante una situación desafortunada. También se dice que alguien es yeta cuando se sospecha que trae mala suerte o que está enyetado cuando todo le sale mal.
ZAMBA.
No hay que confundir zamba, género folklórico argentino, con samba, música popular brasileña. Porque el simple cambio de una letra nos puede hacer viajar de una cultura a otra. La historia cuenta que durante la conquista española se denominaba zambo al hijo varón de un negro con una indígena. Por extensión, la música y la danza de esta comunidad pasó a llamarse zamba, ya que las coplas que se cantaban iban dirigidas a las mujeres. Esta danza proviene de la zamacueca peruana que, al llegar a la Argentina, incorporó el pañuelo como elemento característico.
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No es mi problema

Recordando pude encontrar un titulo afín a ésta anécdota. Enero o febrero, no sé; pero te puedo asegurar que se trataba de un día muy frio, y un servidor bastante frito en todos los aspectos. Aún borracho, salí en la mañana para dirigirme a otro lugar donde quedarme. Estando en Guadalupe, limitando con Juarez caminé a la estación donde conecta la ruta con el metro. Caminé cuarenta minutos entre respiros irregulares, la nariz roja y los pies mojados por el agua helada, misma que se colaba por el cuero de mis tenis. Mientras pensaba con quien podría pasar el rato, a sabiendas que no tendría ni un peso, ni nada que ofrecer más que mi tiempo y mi cuerpo. Odiaba sentirme patético ante mis amigos, conocidos y familiares. Aunque siempre sabía que después de situaciones de ese tipo, llega un punto en donde no se puede caer más, y buscas de nuevo la estabilidad emocional. Un trabajo, escuela , escribir, lo que fuera. Y luego, apenas encontrándola recaer de nuevo en la enfermedad y la miseria. Un circulo sin salida, del cual ya me había habituado desde hace años. Podría darme una vuelta al casino donde solía trabajar, si tengo suerte estará ahí la hostess que acostumbraba saludarme con un abrazo, y un beso húmedo. Bella; de ascendencia inca, cabello castaño, y unos cuantos mechones platinados pero con cuerpo de veinteañera . Quise suspirar, cosa que no pude hacer por la congestión. Imaginaba mi pasado, tomando sus manos y ella respondiendo con sus dedos entrelazando los míos. Era su ''novio'', Liz bromeaba con sus compañeras abrazándome. Yo respondiendo a su cariño, malinterpretando la confianza, como todo hombre. Siempre optaba por nunca averiguar su intención, ni la de ninguna mujer. Una visión idealista del amor nunca funciona, al menos no funcionó mi. El dolor, el rechazo te obliga a ver la realidad como tal. Liz casi tenía la edad de mi madre, y dos hijos. Ahora no sonaba mala idea un romance e incluso algo más serio. Llegaría con el pretexto de cobrar mis doscientos pesos de liquidación, y me toparía con ella. No con la tatuada, ni con la host del novio posesivo. A ella le tocaría el turno de mañana, sea entrando o saliendo, es igual. Pero allí estaría. Conversando, compartiendo unas papas con carne, acomodándome el cuello de la chaqueta, y tocando un rostro frio y enrojecido, sintiendo sus largas uñas descansar sobre mi piel cicatrizada. Trataría de convencerla de dejarme pasar una noche, sin parecer que llevo varios días viviendo entre calles, la central y el parque alamey. Había tenido la fortuna de dormir los últimos días bajo techo, y me sentía con suerte. Como dije, la realidad no tardó en traicionarme estando a unos pasos de mi ex trabajo. ¿Y ahora que? Tendría que hacer todo el papeleo, para que me suelten la feria. Si no esta Liz tendría que esperar varias horas hasta tarde. Suponiendo que logro convencerla, y me la paso en su casa. ¿Que me esperaría ahí? Una chica adolescente mirándome, torciendo la boca y preguntando a su madre quien soy. Un niño diciéndome ''señor'', mirando hacia arriba con su juguete en la mano. Tal vez estaría durmiendo junto a Liz en su sofá abrazándome, después de jugar un poco con su hijo. El señor de la casa llegaría esperando la cena, y al encontrarme me echaría a patadas sin siquiera haber tenido contacto sexual con ella por la apatía. O peor aún. Me presentaría con su esposo, y el me saludaría amistosamente porque es inteligente y sabe que no soy nada para ella. Desistí, y me volví de nuevo a la avenida. Tengo otro amigo viviendo cerca, a casi una hora caminando de donde me encontraba. Tiene televisión por cable, y probablemente tenga cerveza. Al recordar que su casa era un congelador, decidí darle una sorpresa a la familia probablemente se acercaba el cumpleaños de alguien y habría reunión. A duras penas completaba el pasaje de la ruta y el metro. Sabía que llegando al centro de Monterrey, caminaría otra hora para llegar con ellos. Comida, agua caliente, una cerveza y un techo hasta que mejore el clima, y de ahí no sé. Solo me tragaría las preguntas de siempre ¿Como has estado?, ¿Sigues trabajando?, ¿Y la escuela? Después recibiría con mucho aprecio la cortesía casi obligada que me ofrece la amorosa familia. Entré a la estación del transmetro, dirigiéndome a donde tenía que echar las monedas y las eché. Las escuché caer hasta el fondo del tragamonedas, mientras el ruido me aturdía. Apenas traté de atravesar el frio torniquete, y sentí un duro golpe que me sacó el aire. Este ni siquiera se movió, lo empujé otra vez y se acercó el guardia de seguridad. Un sujeto agradable. -Disculpe señor, me puede ayudar, es que no puedo pasar. -No puedes entrar así-dijo-al verme perdiendo el equilibrio-. -¿Así como?-dije-no le estoy faltando el respeto a nadie, mucho menos la ando cagando, solo quiero irme a mi casa. -Mírate como andas, mejor agarra un camión. Nadie se puede subir en estado de ebriedad, le pido de favor que se retire, si no me veré obligado a hablarle a la patrulla. Al menos fue cortés, y lo hubiera hecho de no tener la necesidad. -Compa, el torniquete se tragó lo que me quedaba de efectivo ¿Como voy a regresar entonces? Tíreme paro se lo suplico. -Ese no es mi problema, le pido de favor que se retire. Enfurecí. -No me voy a ir hasta recuperar mis monedas. -Entonces voy a hablarle a la patrulla. Sacó su radio. -Usted es el que me está robando. No respondió, estaba preparando mi puño pero vi su otra mano en la cintura sosteniendo un gas pimienta. Me preguntaba si los entrenaban para ese tipo de situaciones, y quien llegaría primero. Si fallaba me iría igual a transito con los ojos maltrechos, dejando ileso al hijo de su puta madre. Apenas le di la espalda con resignación, y vi la silla de carta blanca, atada con un alambre que usaba de asiento. Un modesto teléfono, conectado al toma corriente descansaba ahí. Caminé hacia la silla y le di una patada con todas mis fuerzas. Vi el teléfono, y la silla volar escasos metros, ni me molesté en ver donde cayeron. Crucé la avenida riendo mostrandole los dientes chuecos al guardia. El se limitó a mirarme con el ceño fruncido vociferando en su radio. Caminé rumbo a la siguiente estación, y me salté el torniquete. Definitivamente seguía con suerte.
2
De esas raras veces que amanecí con una resaca ligera, sin nauseas. Las cosas nunca mejoran, la nostalgia hace mella en las tripas, en el espíritu, y te engaña. Una bonita forma de aceptar la resignación. Viendo el pasado como una mejor época, sin darte cuenta que en esa misma decías que era la misma mierda de ahora, y poco a poco vas glorificando tus malos días con pequeños detalles. No pude quejarme, la pasé bien anoche. Primera paga, un jale temporal, y un par de gramos de pase. Me lavé la cara, los dientes, usando solo una gota de pasta dental para no estropear el gusto, pensaba tomar un café para paliar un poco la depresión. Hice unas cuantas gárgaras cabeza arriba, y con la garganta aun adormecida escupí una espuma roja como flor de jamaica. Acostumbraba siempre a cepillarme con violencia, y más si no recordaba nada de lo que hice la noche anterior. Arribé a un pequeño centro comercial que abrió hace poco acá en Garza Sada. De arquitectura sofisticada e iluminado con luz natural. Había un HEB, y al lado una cafetería de la misma tienda. Casi en frente un Sally Beauty, y a través del cristal sus vendedoras. Una, delgada y bonita. La otra, regordeta pero también bonita. La tercera no la vi, atendía a una madre, de esas que salen en la sección de sociales en el periódico. Ambas bonitas. En fin. Me dirigí a comprar un café, metí las manos en todos los bolsillos de mis jeans sucios. Veintitrés pesos decía la carta arriba de la caja, y en mi mano seis, y dos vellos púbicos. El bajón me hizo olvidar como iba a sobrevivir los siguientes días. Solo quería un café, y gastar las horas viendo la gente pasar, y esperar a que baje el sol. Quien sabe como le hice para desaparecer todo. Ni me esmeré en buscar culpables. Daba igual si fueron los municipales, algún jotillo o la mujer dañada a la cual le estaba invitando. No andaba tan pedo, ya que siempre acostumbro, a utilizar mucha coca y poco alcohol. Recurriendo al ultimo para bajar la ansiedad y los nervios. Nunca le encuentro sentido a quienes esnifan puntos para bajar la borrachera, o para quitar el hambre, o para permanecer despiertos. Muy común en usuarios comunes. No sirve para ninguna de esas cosas, y lo he comprobado. Me gustaba la adrenalina, la lucidez y la cara adormecida. Tan simple como la vida. Así como yo, el único sospechoso y culpable de mis pendejadas. Aunque seguía apostando, que fue algún gracioso, cuya intención era drogar a la borracha con la que andaba compartiendo fluidos, no con besos. Bueno si, pero no era ella sino la botella en la que estábamos bebiendo. Debieron de ser verdes o rivotriles.
Fingía esperar a alguien en una banca frente al área de cajas. De vez en vez, miraba a las mesas para ver quien era el primero en acabar su taza vespertina. El turno le tocó a dos rucos, bien vestidos y serios. El de anteojos, y con sobrepeso enrollaba los planos, el otro apagaba su laptop. ¿Ingenieros? ¿Arquitectos? ¿Accionistas? El gesto severo les hacía ver importantes, para mi lo eran. Ya que ansiaba el vasito de cartón, con la etiqueta pegada del refill de todo el día de hoy, que justo se encontraba en la cima del contenedor. Tomé el vaso, mirando furtivamente hacia todos lados. Era tan malo como robar, y tenían razón. El café de veintitrés, costó millones de inversión para que estuviese ahí. Ganancias y perdidas diarias. Acciones subiendo y bajando. Horas de estrés y desvelo. El dejar de ser un ser humano pensante, para convertirte en ese monstruo que llaman empresario o emprendedor. Hasta la basura debía ser capitalizada para un plan de emergencia, en caso de liquidación. La seguridad privada se encargaba de eso. De vigilar, y repeler cualquier amenaza. Limosneros, perpenadores, vendedores ambulantes, músicos callejeros, competencia. Todos peligrosos. La élite y su deber de dividir a la población, con la filosofía barata del éxito, del amor propio. Los pobres, felices con la ilusión de tener millones,competir y sobresalir, y su mentalidad millonaria. Los ricos, más astutos que inteligentes. Expertos en la avaricia, la ciencia que llaman economía. Los millones no valen nada cuando tienes todo el mercado, eso no se lo dicen al resto. Mas bien no es necesario, si se tiene todo bajo control. Y eso lo ves en las universidades, donde sus egresados son adoctrinados para pelear en el mundo empresarial, y no para progresar intelectualmente. Praxeología, la ley del más fuerte. Puto neoliberalismo. Pero quien soy yo para decir, escribir, y dar opiniones. Soy un adicto, una persona inmoral y desechable. Un ignorante. Sabía que estaba pensando con la voz, al ver miradas. Los ignoré, y vi como se dejaba caer, el delicioso chorro humeante que salía de uno de los termos cilíndricos. Café de chiapas, decía la leyenda. Sin crema, ni azúcar dije yo. Mi plan era quedarme hasta que alguno de los de seguridad me corriera. No pasó. Había recogido también una orilla de pizza. Era deliciosa, a pesar de los mordiscos y de haber venido de la basura. La salsa de tomate, discreta, en la marca dentada del pan le daba un toque dulzón. Estupendo con el café, casi gourmet. Observé, mientras bebía y rellenaba. Familias, parejas, estudiantes, hombres, mujeres. Toda una amalgama de personas. Siendo normales. Y felices. Las mismas preguntas de siempre. ¿Que hice mal? ¿Por qué no soy como ellos? Hace muchos años, encontré las respuestas. Pensar mucho, pero en nada realmente. Y pues, bastantes veces tuve la oportunidad. Con AA, NA, la iglesia católica, cristiana, la carrera y una mujer que trató de enderezarme, por mero capricho. ¿Inseguridad? Es lo que diría un ordinario. Mejor no saberlo. Me negaba a cavar mi propia tumba. A ser uno más. Moriría pudriéndome en el asfalto, por un pequeño sorbo de libertad, y una cucharada de la dulce miel de las artes. Nada menos. Las cajeras fijaron su atención, hablándose al oído. A veces movía los labios mientras pensaba. Hora de irme. Di unas vueltas más por el mall, con dos tipos siguiéndome. Justo a unos pasos de la escalera eléctrica. Llegaron jóvenes, vistiendo chalecos verdes. Limpios, impecables y sonrientes. Hablaban con la gente. No me preocupé, aprendí a vestirme bien para ahuyentar a vendedores y demás. No funcionó con ellos. No recuerdo como se llamaba. Creo que Alejandra. Las puntas del cabello, color fantasía, y unas manos clarificadas, y suaves; muy suaves. Me saludó, y le extendí mi mano áspera, por los químicos abrasivos que usaba en el jale. -Deja te explico quienes somos, supongo que has oído hablar de nosotros. Asentí diciendo que los conocía, de todas maneras lo hizo. Y recordé a Benny, de espécimen. Eran de greenpeace. Estaban recabando firmas para detener los pozos de gas y petroleo en alaska. Me contó sobre los logros. Y las nuevas problemáticas ambientales en el ártico. Lo lograron con Obama, ahora seguía Trump. Si viviera en alguna península, estaría realmente jodido. -¿Que piensas sobre que está pasando?-dijo enseñando unas fotos-la fauna está muriendo, mira como los osos polares mueren sobre trozos de hielo. -Sabía un poco, pero jamas vi a un oso en los huesos casi expuestos. La foto me perturbó bastante. Quería firmar, tenía también el presentimiento de que quería algo más. Por algo andaban merodeando en un lugar, de arquitectura sustentable. Y con la estética de mascotas, buscaban donadores y voluntarios. Me preguntaba si sabían sobre los horrores que vivían los activistas de pueblos originarios. Falsos. Bueno no. Solo estaba dividido con la clase media. Ya no tengo la edad, como para ansiar venganza de clases, son como yo, y yo como ellos. Pero no podía ayudarlos, estaba quebrado y me daba vergüenza decirlo, en especial a una mujer que me atraía. -Ayudas mucho con el simple hecho de que te interese-dijo- se ve que te importa bastante salvar el planeta. En otra vida lo hubiera hecho. Lo hice años atrás. Con los activistas alcohólicos, radicales, rompiendo vitrinas y pintarrajeando tiendas de mascotas. La chica se acercaba más y más. Discretamente daba pasos hacia atrás, y me seguía. No porque quisiese abandonarle. Disfrutaba jocosamente la verborrea. Su aliento cálido, agradable. Mientras yo apestaba a sudor, vistiendo la misma ropa de hace ocho años, no quería que me oliera. Tal vez lo sabía, y no le importaba. -Lo siento amiga, no traje mi tarjeta de nomina-dije-si quieres hago la firma en la pagina web. No tenía tarjeta, ni seguro social. -No te preocupes, pasame tu numero de teléfono, y whats. Anota el mio también. Platicamos en la noche, y nos conocemos ¿Que te parece? -Perdón, no tengo pila, no me sé el numero y traigo prisa. Su mirada cambió, se puso triste, eso creo. -Está bien-dijo con voz apagada-, de todas formas, gracias por tu tiempo. Salí de la plaza, los de seguridad ya no me seguían. No me sentí con ganas de hablar, dejando correr otra oportunidad. No lo creo. Aun así estaba seguro de que me porté como un idiota.
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Interludio V

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Interludio V

"¿Esto es lo que querías?", El adolescente con barba en su mentón y la capucha arriba, le entregó la bolsa de papel.
Manos anchas con las uñas arruinadas y podridas de color marrón recorrieron el contenido. “Lo es. Aquí.” La voz era ligeramente acentuada, las palabras y los sonidos eran muy cuidadosos, como si no se sintiera cómodo con el inglés.
El joven extendió la mano y sus ojos se agrandaron cuando un manojo de billetes se presionó en sus manos.
“Esto es... más de lo que pensé que sería.”
“¿Te estás quejando?”
El joven negó con la cabeza.
Gregor el Caracol se metió las manos en los bolsillos, como para esconder las uñas y los bultos que le salpicaban el dorso de las manos como costras. Cada uno de las protuberancias duras, que podrían haber sido conchas o escamas, ninguna más grande que un dólar de plata, tenía una prominente forma de espiral. Por mucho que pudiera meterse las manos en los bolsillos, no podía ocultar su rostro. No tenía cabello en la cabeza, ni siquiera cejas o pestañas, y las protuberancias duras le cubrían la cara como un caso terminal de acné. Lo más extraño y desconcertante de todo era el hecho de que su piel pálida era lo suficientemente translúcida como para poder ver las sombras de su esqueleto, sus dientes y la lengua en su boca.
“Como puedes ver”, dijo Gregor, sin ninguna afectación, “sería difícil para mí entrar a una tienda y hacer simples compras. No me gusta depender de mis amigos para esto. Me hace sentir en deuda con ellos, y eso no es bueno para las amistades. Si estás interesado en repetir este tipo de transacción, estando de guardia para hacer diligencias por mí durante un tiempo, podría arreglarse.”
“¿En serio?” El chico se frotó la barbilla, “¿Por cuánto tiempo?”
“Hasta que llamé y no puedas o no quieras hacer mi mandado. Si esto sucediera más de una vez, o si la razón no fuera buena, encontraría a otra persona, como lo hice con la última persona.”
“¿No lo lastimaste ni nada?”
“No. No lo hice. Decidió que prefería pasar la noche con su novia. No lo he llamado nuevamente.”
“¿Esto no será nada ilegal?”
“No. Sin drogas, sin prostitutas, sin armas.”
“Entonces me llamas, salgo corriendo y te consigo alimentos, o ropa, o comida para llevar, o champú, o lo que sea, y me pagas tres-”
“Eso es cuatro. Y no tengo pelo, así que no necesitarías preocuparte por el champú.”
“Claro. Lo siento. Entonces, ¿cuatrocientos dólares cada vez? ¿Cuál es el truco?”
“Sin trucos. Tengo dinero, me gusta que las cosas sean convenientes. Solo una pequeña posibilidad de problemas. Mi primer asistente, ella renunció porque estaba preocupada de que mis enemigos la usen para llegar a mí. No negaré que esto es posible.”
“¿Tienes enemigos?”
“Sí. Pero todavía no ha habido un caso en que alguno de mis asistentes tuvo problemas con ellos.”
“¿Alguno de ellos se metió en problemas?”
“El último asistente, el chico con la novia. Pensó que podría conseguir más dinero, porque podría ir a la policía y contarles lo que sabía de mí. Tuvo la suerte de intentar esto cuando estaba de buen humor. Yo lo disuadí. Trabajó para mí durante dos meses después de eso sin ninguna queja. No fuimos amistosos, fue puro negocio. Recomendaría, amablemente, que no intentes lo mismo.”
“Oye. Vive y deja vivir, ¿verdad?”
“Ese es un buen dicho.”
“Bueno. Quiero ir a la universidad este otoño, y esto suena muchísimo mejor que trabajar por el salario mínimo de durante cincuenta horas a la semana. Aquí, mi número de teléfono celular”, él entregó su teléfono.
Gregor el Caracol se tomó un segundo para poner el número en su propio teléfono. “Lo tengo. Llamaré.”
Fueron cada uno por su camino.
Gregor caminó por las calles laterales del centro de Brockton Bay con la capucha de su sudadera proyectando su rostro en la sombra. Cualquiera que se cruzara en su camino y mirara debajo de su capucha se apresuró a mirar hacia otro lado. Avergonzado, asustado. Aquellos que lo vieron desde lejos lo consideraban también como monstruoso, pero de una manera diferente. Para ellos, él era simplemente uno de los obesos mórbidos. Un hombre en de entre veinte largos o pocos treinta, casi tres veces el peso que debería tener para su altura de metro setenta y ocho. Su peso, lo sabía, era una de las cosas raras en este mundo moderno que alguien podría usar para burlarse de él abiertamente.
Le había llevado años llegar a aceptar esto. El ser uno de los monstruos.
Cuando llegó a su destino, el palpitante latido de la música llegó a sus oídos. El club estaba a dos cuadras de Lord Street, y había una línea que se extendía por el costado del edificio. Letras amarillas que brillaban intensamente en una letra casi intencionalmente simple deletreaban 'Palanquin'.
Se saltó la línea y se dirigió directamente hacia la puerta de entrada. Un fornido portero hispano con una barba que trazaba los bordes de su mandíbula desabrochó la cerca de la cadena para dejarlo pasar.
“¿Qué demonios?”, Se quejó una de las chicas que estaba al frente de la fila. “Estuvimos esperando cuarenta y cinco minutos, ¿Y dejaste entrar a ese gordo de mierda?”
“Fuera de la fila”, dijo el portero, su voz aburrida.
“¿Qué carajo? ¿Por qué?”
“Acabas de insultar al hermano del dueño, idiota”, le dijo el portero, “Fuera de la fila. Tú y tus amigos están vetados.”
Gregor sonrió y negó con la cabeza. La línea que el portero había usado era basura, por supuesto, él no era el hermano del propietario. Pero fue agradable ver a uno de los imbéciles recibiendo lo que merecían.
Había trabajado como gorila para clubes que buscaban a alguien más exótico y llamativo, cuando se estaba poniendo de pie por primera vez, por lo que sabía que la línea que veías por la puerta rara vez indicaba cuántas personas había en el interior. Un club vacío podría tener una fila de personas esperando para entrar, para dar la imagen correcta. A pesar de que era martes por la noche, Palanquin no tenía necesidad de tales engaños. Estaba lleno de gente. Gregor navegó con cuidado entre la multitud de bailarines y personas que sostenían tragos, hasta que llegó a una escalera custodiada por un portero. Al igual que con la puerta de entrada, su entrada a la escalera era automática, incuestionable.
El balcón del piso de arriba no estaba lleno de gente, y los que estaban presentes, una docena más o menos, estaban casi deshuesados ​​en su letargo. Sobre todo chicas, yacían boca abajo en los sofás y en las cabinas de todo el balcón que daba a la pista de baile. Solo tres personas estaban más o menos alerta cuando Gregor se acercó.
“¡Gregor, mi muchacho!” Newter sonrió de oreja a oreja. Gregor captó el más breve destello de disgusto en la cara de una de las chicas que estaban sentadas con Newter, mientras lo miraba. Ella era una rubia con lápiz labial azul y reflejos rosados ​​en su cabello. Si Gregor hubiera estado trabajando como portero, habría revisado su identificación, la habría comprobado dos veces, y aunque pareciera real, la habría echado de todas maneras por ser demasiado joven. Ella no podría haber tenido más de dieciséis años.
Aún así, eso era más o menos la edad de Newter, y no podía culpar al chico por estar interesado en alguien de su edad.
La otra chica, de cabello oscuro, tenía un aspecto europeo en sus facciones. Ella no mostró tal disgusto. Cuando ella le sonrió, no había señales de que la expresión fuera forzada. Eso fue raro e interesante.
“Traje tu cena”, dijo Gregor.
“¡Buen hombre! ¡Trae una silla!”
“Los otros también querrán su comida.”
“Levanta una silla, vamos. Aquí tengo dos chicas deslumbrantes, y no me creen cuando les estoy hablando de algunos de los trabajos más geniales que hemos realizado. Necesito respaldo aquí, hermano.”
“Yo no creo que sea una buena idea hablar de estas cosas”, dijo Gregor. Él permaneció de pie.Newter tomó la bolsa y agarró un sándwich de adentro. “Todo bien. Faultline se unió a la conversación hace un rato, por lo que obviamente no le parece un problema. No van a hablar, ¿verdad, Laura? ¿Mary?”
Cada chica negó con la cabeza cuando Newter les preguntó por su nombre. Eso le permitió a Gregor etiquetar a la chica de cabello oscuro como Laura y la chica con el lápiz labial azul como Mary.
“Si Faultline dijo que estaba bien”, dijo Gregor. Cogió la bolsa de Newter y encontró su propio sándwich. “Laura y Mary, lo siento, los otros sándwiches que tengo aquí están reservados. Podría ofrecerles algo del mío, si quisieran.”
“Está bien, no tengo hambre”, respondió Laura, “Me gusta tu acento. ¿Es noruego?”
Gregor terminó su primer bocado, tragó saliva y negó con la cabeza, “No estoy seguro. Pero he hablado con un experto y él dice que el otro idioma que hablo es islandés.”
“¿No lo sabes?”
“No”, respondió Gregor.
Su respuesta brusca solo detuvo la conversación por un momento antes de que Newter lo pusiera en marcha de nuevo, “De acuerdo, hermano, diles a estas chicas contra quién nos enfrentamos el mes pasado.”
“¿El trabajo de la caja de juguetes?”, Preguntó Gregor, “¿con el mercado negro de Artesanos? No habia nadie-”
“El otro. El trabajo en Filadelfia.”
“Ah. Chevalier y Myrddin.”
Newter juntó sus manos, meciéndose en su asiento, “¡Te lo dije!”
“Y los vencieron”, dijo la chica de cabello oscuro, incrédula.
“¡No perdimos!” Gritó Newter.
“Estuvo muy cerca”, Gregor agregó sus propios dos centavos. “Chevalier es el líder del Protectorado en Filadelfia. Myrddin lidera el Protectorado de Chicago. Estas son personas que el mundo entero reconoce. Obtuvieron puestos protegiendo ciudades grandes en Estados Unidos porque son fuertes, porque son inteligentes y talentosos. Cumplimos el trabajo, como siempre hacemos, y nos marchamos.”
Newter se echó a reír, “Paguen.”
Ni Laura ni Mary parecían molestas cuando metieron la mano en el bolsillo y el bolso, respectivamente, y sacaron algunos billetes.
“¿Cuál fue la apuesta?” Preguntó Gregor.
“Les dije que no tenían que pagar si mentía.”
“¿Y si no estuvieras mintiendo? ¿Pagan más?”
“Ninguna penalización. Obtuve compañía y conversación por un tiempo”, sonrió Newter. Extendió la mano hacia la parte posterior de la cabina, agarró una bolsa que estaba allí y sacó un par de cucharas de plástico y una botella de agua. Con un gotero de agua que sacó de su bolsillo, extrajo agua de la botella y colocó unas gotas en cada cuchara. El último paso fue sumergir la punta de la lengua en cada gota de agua.
“Lámanlo”, les dijo a las chicas.
“¿Eso es todo?”, Le preguntó Laura.
“Es suficiente. Más, y es posible que vuelen por un tiempo inconvenientemente largo. Eso justo allí”, señaló Newter a la cuchara con la punta de la cola, “Es un poco menos de una hora de viaje psicodélico. Sin resaca, sin efectos secundarios, no es adictivo, y no se puede sufrir una sobredosis. Créeme, he intentado hacer que alguien tenga una sobredosis antes, en una situación de combate, y no pude lograrlo.”
Mary fue la primera en tomar la cuchara y meterla en su boca. Momentos después, sus ojos se abrieron de par en par y ella cayó inerte sobre el respaldo de la cabina.
“Oye”, dijo Laura, volviéndose hacia Gregor. Metió la mano en el bolsillo, encontró un recibo y un bolígrafo, y garabateó en la parte posterior en blanco del papel. Ella se lo entregó. “Mi número. Si quieres hablar, o, ya sabes, algo más.”
Ella le guiñó un ojo y luego se metió la cuchara en la boca.
Gregor parpadeó en una leve confusión mientras su cabeza cayó hacia atrás.
“Parece que has causado una buena impresión, Gregster”, se rió entre dientes.
“Tal vez”, dijo Gregor. Puso la mitad de su sándwich que quedaba en la bolsa de papel, luego hizo una bola con la envoltura. Después de un momento de vacilación, arrugó el recibo con el número de Laura en la bola. Lo lanzó a un cubo de basura a medio camino a través de la habitación.
“¡Oye! ¿Qué diablos?”
“No creo que yo le gustara porque soy yo”, dijo Gregor, “creo que le gustaba porque soy un monstruo."
“Creo que te estás saboteando, hombre. Esta buena. Mírala.”
Gregor lo hizo. Ella era atractiva. Él suspiró.
“Newter, ¿sabes lo que es un devoto?”
Newter negó con la cabeza.
“Es un término del argot para alguien que se siente atraído por personas con discapacidades debido a la discapacidad. Creo que se trata de poder, atracción por alguien porque de alguna manera son débiles. Creo que es probable que esta Laura me considere débil por la forma en que me veo, la forma en que puedo tener problemas día a día, y esto es atractivo para ella de una manera similar a la que un lisiado o un ciego seria para un devoto. Esto no me atrae.”
“De ninguna manera. Tal vez le gustes por la persona que está debajo.”
“No me vio lo suficiente como para saber quién podría ser esa persona”, respondió Gregor.
“Creo que te estás menospreciando. Yo aprovecharía esa oportunidad.”
“Eres una persona más fuerte que yo de muchas maneras, Newter. Debería llevarle la cena a los demás”, Gregor se dio vuelta para irse.
“Oye, haz una señal a Pierce para que envíe a otra chica o dos, ¿quieres?”
Gregor hizo lo que le pidió, llamando la atención del portero al pie de las escaleras. El portero, a su vez, llamó la atención de un grupo de chicas en la pista de baile.
Mientras las chicas se abrían paso, Gregor se volvió hacia Newter, “¿Estás feliz?”
“Oh hombre. No vas a entrar en una fase filosófica de nuevo, ¿verdad?”
“Te ahorraré eso. ¿Lo estás?”
“Tipo. Mírame. Tengo dinero para gastar, tengo a las chicas más calientes de la ciudad pidiendo probarme. ¡Literalmente queriendo probarme! ¿Qué piensas?”
“¿Estás feliz, entonces?”
“La época de mi vida, hermano.” Newter abrió sus brazos para saludar a un trío de chicas cuando llegaron a la cima de las escaleras.
“Me alegra.” Gregor se giró y entró al pasillo en la parte posterior del balcón. Cuando la puerta se cerró tras él, el sonido de la música detrás de él se atenuó.
Su siguiente parada fue la primera puerta a su izquierda. Él golpeó.
“Adelante.”
La habitación tenía una cama a cada lado, en las esquinas opuestas. Un lado de la habitación estaba atestado de carteles, fotos, una estantería repleta de libros, una computadora Apple con dos estantes para CD que se alzaban sobre ella y dos sistemas de altavoces. La música de los altavoces de la computadora apenas logró ahogar la música del club de abajo. La chica que estaba recostada en la cama tenía una densa capa de pecas en la cara y las manos, y cabello castaño rizado. Las revistas estaban amontonadas a su alrededor en la cama, amenazando con derrumbarse al menor movimiento.
El otro lado de la habitación era espartano. Nada adornaba las paredes, no había libros, ni computadora o parafernalia de computadora. Había una cama, una mesita de noche y una cómoda. El único toque de personalidad era una colorida colcha y una funda de almohada. Gregor sabía que había sido un regalo de Faultline. La propietaria no habría salido a buscarla ella misma. La residente de ese lado de la habitación estaba sentada en la esquina, mirando a la pared. Ella era rubia, el tipo de cabello rubio platinado que raramente duraba pasando la pubertad. Su suéter púrpura era un poco demasiado grande para ella, cayendo sobre sus manos, y sus jeans claros estaban claramente destinados a ser más cómodos que a la moda.
“Traje tu cena, Emily.”
“Gracias”, le respondió la chica pecosa. Cogió el sándwich que le lanzó y comenzó a pelar el paquete.
“¿Está bien?”, Le preguntó, haciendo un gesto a la chica de la esquina.
“No es uno de sus mejores días.”
El asintió.
“Elle”, habló, suavemente, “¿Puedo acercarme?”
Habían aprendido por las malas, que cuanto más distante estaba la niña, más fuerte era su poder. Esto la hacía particularmente peligrosa cuando estaba tan perdida que no podía reconocerlo. Una cruel ironía, observó Gregor, que prácticamente no tenía ningún poder cuando era más ella misma. Era un problema al que esperaban encontrar una respuesta, algún día.
La chica en la esquina se volvió para mirarlo a los ojos. Lo tomó por consentimiento, se le acercó y le puso un sándwich en las manos.
“Come”, la instruyó.
Ella lo hizo, casi mecánica en sus movimientos.
Después de que Faultline lo enlistó a él y a Newter, un trabajo los había llevado a un asilo de alta seguridad. Habían estado allí para interrogar a alguien sobre los Dragonslayers, un grupo de villanos que utilizaba tecnología de Artesano robada del Artesano más poderoso y de mayor perfil del mundo para el hurto y el trabajo mercenario. Su invasión del asilo no había ido tan bien como podría haberlo hecho, y había llevado a un cierre de alta tecnología de la instalación. No solo extendió su misión por varias horas, sino que también generó problemas con uno de los residentes, una parahumana que aparentemente tenía que ser movida regularmente, para que su influencia sobre su entorno no se extendiera más allá de los límites de su celda, convirtiéndola en una un problema serio para el personal, otros residentes y espectadores involuntarios.
Al final, después de tratar con el escuadrón enviado del Protectorado de Boston y obtener la información que necesitaban sobre los Dragonslayers, habían reclutado a la chica.
Miró y esperó lo suficiente para asegurarse de que estaba en camino de terminar su sándwich, luego se dio vuelta para irse. Emily le dio un pequeño saludo con la mano en señal de despedida, y él asintió una vez en reconocimiento.
Su última parada fue la oficina al final del pasillo del segundo piso. Miró por la ventana, luego se dejó entrar tan silenciosamente como pudo.
Faultline, propietaria de Palanquin y varias otras empresas de cobertura en Brockton Bay, estaba sentada en un gran escritorio de roble. Frente a ella, en medio de los libros de contabilidad, cuadernos y libros de texto de la universidad, había algo similar a un xilófono, una serie de varillas alineadas una al lado de la otra, atadas firmemente a una tabla.
Faultline estaba en su ropa profesional; una camisa de vestir blanca con las mangas arremangadas y pantalones negros metidos en brillantes botas de montar negras con dedos de acero. Su ondulado cabello negro estaba recogido en una cola de caballo. No llevaba máscara: los empleados de Palanquin que se aventuraban tan lejos como esta oficina estaban demasiado bien pagados para traicionarla. Sus rasgos eran tal vez demasiado agudos como para llamarlos convencionalmente atractivos, pero Gregor sabía que ella era ciertamente más atractiva que Newter o él mismo.
Mientras Gregor observaba, ella cerró los ojos, luego deslizó su mano por los extremos superiores de las varillas. La energía roja y azul crepitaba, y piezas de madera, metal, piedra y plástico en forma de moneda caían al escritorio. Otras varillas, varias de las cuales eran de madera verde, quedaron intactas.
“Carajo”, murmuró. Barrió los trozos de varios materiales en forma de moneda en un cubo de basura que estaba al lado de su escritorio. Echando un vistazo hacia donde estaba Gregor justo al lado de la puerta, levantó una ceja.
“No deseaba interrumpirte.”
“No te preocupes por eso. Tal vez distraerme ayudará.”
“Si estás segura.” Se acercó al escritorio, dejando la bolsa de papel sobre ella, “Eran las siete en punto, nadie había comido todavía. Nos conseguí unos sandwiches.”
“Gracias. ¿Cómo está Elle?”
“Spitfire dijo que estaba teniendo un mal día, pero que ha comido ahora. Quizás mañana será mejor.”
Faultline suspiró, “Esperemos. Es muy fácil volverse unido a esa chica, ¿sabe a qué me refiero?”
“Sí.”
“¡Carajo!”, Maldijo, mientras pasaba la mano por las varillas y, una vez más, la madera verde se negaba a cortarse.
“¿Qué estás haciendo?”
“Hemos hablado sobre el efecto Manton.”
“La regla que impide que algunos poderes afecten a los seres vivos. Has estado tratando de eliminar esas restricciones de ti misma.”
“Sin suerte. Es cuestión de tiempo antes de que tengamos un trabajo, las cosas se pongan feas, y sea demasiado débil, debido a esta limitación arbitraria.”
“Me resulta difícil creer que cualquiera que haya derrumbado un edificio sobre alguien pueda llamarse a sí mismo débil.”
“Eso fue más suerte que cualquier otra cosa", suspiró, mientras ajustaba las posiciones de las varillas.
“Si tú lo dices.”
“No es que no haya precedente para esto. Sabemos a ciencia cierta que algunas capas que alguna vez fueron retenidas por el efecto Manton han descubierto una forma de evitarlo o superarlo. Narwhal es el caso más obvio.”
“Sí.”
“Hay una rama teórica que dice que el efecto Manton es un bloqueo psicológico. Que, debido a nuestra empatía por los seres vivos, detenemos nuestros poderes en un nivel instintivo. O, tal vez, nos retenemos contra otros seres vivos porque hay una limitación impuesta inconscientemente que nos impide herirnos con nuestros propios poderes, y es demasiado general, abarcando a otros seres vivos en lugar de solo a nosotros mismos.”
“Ya veo.”
“Así que estoy tratando de engañar a mi cerebro. Con esta configuración, paso de material inorgánico a material orgánico muerto a tejidos vivos. Madera verde, en este caso. O lo mezclo para que vaya de uno a otro sin ningún patrón. Si puedo engañar a mi cerebro para que cometa un error, anticipando el material equivocado, tal vez pueda atravesar ese bloqueo mental. Hacerlo una vez, y sería más fácil para futuros intentos. Esa es la teoría, de todos modos.”
Ella lo intentó de nuevo. “¡Mierda!”
“No parece estar funcionando.”
“No me digas. Hazme un favor. Reorganiza estos. No me dejes verlos.”
Se acercó al escritorio, desató las varillas, las barajó y luego las ató en su lugar mientras ella estaba sentada allí con los ojos cerrados.
“Adelante”, le dijo.
Lo intentó de nuevo, con los ojos cerrados. Cuando ella los abrió, ella maldijo varias veces seguidas.
Gregor dio un paso alrededor del escritorio, la agarró por el cuello con su mano izquierda, y la sacó de la silla. La empujó al suelo y se subió encima de ella para que él estuviera a montando sobre ella, sus rodillas presionando sus brazos hacia abajo. Su agarre se apretó incrementalmente.
Los ojos de Faultline se agrandaron y su rostro comenzó a cambiar de color mientras luchaba. Le puso las rodillas en la espalda, pero uno podría haber tenido más éxito golpeando un lecho de agua. El efecto fue el mismo. Debajo de su piel, que era más dura de lo que uno podría imaginar, su esqueleto, músculos y órganos flotaban en un mar de fluidos viscosos. Su esqueleto, había aprendido, era más parecido al de un tiburón que un humano. Era un cartílago flexible que se doblaba donde el hueso se rompería y cicatrizaba más rápido que el hueso. Había sido atropellado por un automóvil y se puso de pie poco después. Sus patadas no tendrían mucho efecto.
“Lo siento”, le dijo.
Su lucha gradualmente se debilito. Tardó un tiempo antes de que empezara a flaquear.
Esperó un segundo más, luego la soltó. Ella comenzó a toser mientras vertía aire en sus pulmones.
Esperó pacientemente a que se recuperara. Cuando ella parecía tener más o menos el control de su propia respiración, habló: “Hace meses, estábamos hablando sobre este tema, el efecto Manton. Tu mencionaste cómo podría ser posible que alguien como nosotros tenga un segundo evento detonante. Un cambio radical o mejora en sus poderes como resultado de un momento de vida o muerte. Tal podría explicar cómo romper la regla de Manton.”
Ella asintió, tosiendo de nuevo.
“No habría funcionado si te hubiera advertido de antemano. Lo siento.”
Ella negó con la cabeza, tosió una vez, y luego le respondió con voz ronca: “No funcionó de todos modos.”
“Lo siento.”
“¿Y si hubiera funcionado, gran lunático? ¿Qué esperabas que te hiciera? ¿Corta tu mano? ¿Matarte?”
“Pensé que tal vez mi mano o mi brazo, en el peor caso. No creo que me mates, incluso en un momento como ese. Has hecho mucho por mí. Incluso si resultara imposible volver a conectarlo, no diría que es una mano muy atractiva”, examinó la mano que acababa de utilizar para estrangular a Faultline, “Perderla, por algo en lo que has estado trabajando durante mucho tiempo no es algo lamentable.”
“Idiota”, se puso de pie, tosiendo de nuevo, “¿Cómo diablos se supone que me vaya a enojar contigo cuando dices algo así?”
Él permaneció en silencio.
“Bueno, o eso no va a funcionar, o necesito algo que me acerque aún más a la muerte... en cuyo caso lo estoy tachando de la lista de todos modos.” Ella movió su silla y se sentó en su escritorio, empujando el aparato con las barras en la basura. “Me gusta estar viva demasiado para bailar en ese filo de la navaja.”
“Sí”, su voz era tranquila.
“Gracias, por cierto, por intentar eso”, le dijo, mientras vaciaba la bolsa de un sándwich y medio. Le devolvió el medio sándwich de Gregor a la bolsa y dejó la suya a un lado, sin abrir. “Creo que fuera fácil.”
Él sacudió la cabeza.
“Así que, estoy devolviendo el favor, entonces. Siéntate.”
Él acercó una silla y se sentó al otro lado del escritorio.
“Hace un año, accediste a darme una parte de tus ganancias en nuestro pequeño grupo, si las usaba para responder algunas preguntas que teníamos.”
“Recuerdo.”
“Hablaré con los demás sobre esto, pronto, pero ya que tú fuiste el que más pagó, pensé que era correcto que primero lo compartiera contigo.” Abrió un cajón y sacó un archivo. Ella lo empujó sobre el escritorio. “Esto es lo que he encontrado, hasta ahora.”
Él abrió el archivo. La primera página era una imagen, de alta resolución, de una 'u' estilizada, o una 'c' girada noventa grados en el sentido contrario a las agujas del reloj. Tocó su brazo, donde un tatuaje idéntico a la imagen lo marcaba.
“Sea quien sea”, explicó Faultline, “Ya sea una o varias personas, es muy, muy bueno para cubrir sus huellas.”
Pasó las páginas. El siguiente conjunto de páginas eran imágenes, informes de la escena del crimen, archivos oficiales y artículos de noticias sobre varios parahumanos, cada conjunto de páginas relacionadas con uno específico. El primero era un hombre monstruo con un caparazón parecido al de un escarabajo cubriendo su cuerpo. Gregor mismo era el segundo.
“Tú y Newter, como ya sabes, no están solos. De manera constante, los parahumanos han aparecido en toda América del Norte. Amnesia retrógrada, todos marcado por el mismo tatuaje que se encuentra en varias partes de su cuerpo. Cada uno fue abandonado en un lugar apartado en un área urbana. Callejones, zanjas, tejados, debajo de puentes.”
“Sí”. Gregor pasó más páginas. Cada conjunto de páginas tenía más personas como él.
“Aquí está la cosa, sin embargo. Al principio, la mayoría eran extraños en apariencia. Hasta cuatro de cada cinco parahumanos monstruosos, si puedes disculpar el término, siguen el patrón, y ese número podría aumentar si tuviera la oportunidad de examinar o conseguir una entrevista decente con los demás. El tatuaje, la amnesia, sus primeros recuerdos es despertar en algún lugar de una ciudad extraña.”
“¿Al principio, dijiste?”, Preguntó Gregor, “¿Esto cambió?”
“Pasa a la pestaña roja.”
Encontró la pestaña roja que sobresalía y se volvió hacia esa página. Una imagen de alta calidad de una atractiva chica pelirroja.
“Ella apareció en Las Vegas. Todo el negocio de los casinos ha mordido el polvo, casi, desde que los parahumanos que pueden jugar con las probabilidades o hacer trampa comenzaron a aparecer. Pero aún hay juegos clandestinos. Ella participó en algunos, y le pusieron una recompensa a su cabeza en cuestión de días. Se está llamando a sí misma Shamrock, y yo apostaría buen dinero en el hecho de que tiene poderes que le permiten manipular probabilidades.”
“Ya veo. ¿Por qué estamos hablando de ella?”
“Siguiente página.”
Pasó la página. “Ah”
Era una imagen granulada de una cámara de vigilancia. Shamrock estaba en medio de cambiarse de ropa en lo que parecía un estacionamiento subterráneo, y, aunque parcialmente oscurecido por la correa de su sostén, el tatuaje era visible en su omoplato. Una 'u' estilizada.”
“Esa es la pieza del rompecabezas número uno. Dadas las fechas, y eres libre de mirarlas en tu propio tiempo, pasando por los primeros avistamientos, las personas que aparecen con estos tatuajes son cada vez menos monstruosas con cada año que pasa. No siempre, pero es una tendencia. Entonces, boom, encontramos a Shamrock. No hay características extrañas de que hablar.”
Dio vuelta unas páginas.
“Pieza número dos. Me temo que es uno de esos casos en que las cosas se han cubierto demasiado bien para que podamos verificarlas, pero te diré lo que escuché. Tallahassee, Florida, hace solo tres meses, circuló un rumor sobre alguien que se hacía llamar Dealer.”
“¿Qué estaba traficando?”
“Poderes.”
“Poderes”, se hizo eco de Gregor.
“Pagale una cantidad en el vecindario de treinta y cinco mil dólares, el vendedor te da algo para beber, y te unes a las filas de los héroes y villanos en la comunidad de capas. Poderes en una botella.”
“Ya veo. ¿Cómo se relaciona esto?”
“Porque una persona que afirma ser cliente hizo una publicación en un blog sobre su transacción. Está cerca del final de ese archivo. En su publicación, describió que Dealer tenía un maletín de metal lleno de frascos. Grabado en el interior de la tapa...”
“El mismo símbolo que el tatuaje”, adivinó Gregor.
Faultline asintió, “Y eso es lo que sabemos.”
“Ya veo. ¿Podemos rastrear a este individuo con el blog?”
“Él está muerto. Asesinado por dos capas sin nombre menos de un día después de que hizo la publicación.”
“Ah.”
“Lo que creo es que alguien ha descubierto cómo las personas obtienen poderes, y han hecho un negocio de ello. Pero los primeros intentos no fueron tan bien. Podría ser que, si la química es mala, las personas que beben esas cosas se vuelven como tú, como Newter, como Sybill y Scarab.”
“Entonces esta persona o personas. Crees que están experimentando. Han estado perfeccionando su trabajo y los cambios físicos se han reducido.”
“Y este Dealer era su vendedor, o más probablemente, alguien que se robó parte de su trabajo e intentó sacar provecho de él. Las personas con las que hizo negocios no se hicieron los tatuajes.”
La silla de Gregor gimió dolorosamente mientras se inclinaba hacia atrás.
“¿Qué sigue?”
“Nadie ha visto u oído hablar de este Dealer desde que el blogger fue asesinado. El Dealer está muerto o está manteniendo un bajo perfil. Entonces seguimos nuestra otra pista. Tengo investigadores privados buscando a Shamrock. Estoy pensando en concluir nuestro contrato con Coil aquí, entonces, si tenemos la suerte de que nuestros detectives la encuentren antes que los cazarrecompensas, le hacemos una visita. O puede decirnos algo, o podemos ofrecerle un puesto en el equipo.”
“O ambos”, dijo.
“En un mundo ideal”, Faultline sonrió.

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